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jueves, 27 de febrero de 2014

Paz Interior



Estar en un régimen de entrenamiento enfocado a un objetivo nos hace ver cosas y darnos cuenta de otras que en situaciones normales del día a día de la vida cotidiana podría ser difícil o complicado distinguir, estoy en la semana pico del entrenamiento, mi cuerpo me sigue enseñando que es maravilloso cuando se le procura y se le trabaja en un sistema planeado de acciones y ejecuciones, aunque en el pasado he tenido otros procesos de entrenamiento también para eventos de resistencia, debo admitir que en ésta ocasión las sesiones han sido más prolongadas en términos de tiempo, desgaste y resistencia física y sobre todo mental, me considero una persona comprometida para ejecutar mis programas tal cual se marcan, a veces quizá con cambios de horarios o días para adaptarme a cuestiones de trabajo o de viaje pero siempre busco cumplir pero también he de reconocer que en ocasiones si ha pasado por mi mente esos instantes de pensamientos donde el diablillo te dice ya no, o mejor vete a casa o hace frío, no salgas o muchos otros que perturban o buscan crear una cortina de humo y alejarnos del plan.

Ayer me pasó algo así, el plan me marcaba dos horas de carrera en una zona de 65 a 70% de mi frecuencia cardiaca, eso significa un paso confortable pero también debía observar si durante la ejecución del mismo se presentaba algún pico o subida de mi pulso, en fin, mi idea era iniciar cuando muy tarde a las 8 PM pero a las 7:30 PM aún seguía en una reunión de trabajo de gran importancia para mis actividades y planes de trabajo del presente año, así que prioridades son prioridades y debía atender ésto aún y cuando me habían preguntado si tenía algún compromiso ya que la junta se estaba extendiendo, pensé para mis adentros y me dije pues si tengo un compromiso pero es conmigo mismo, así que puedo demorarlo.

Pasadas las  21 horas estaba ya saliendo a la calle preparado para mi sesión, sentí el frío un poco más fuerte de lo que había estimado, aun así continué caminando y dije ahorita que inicie se me quita, el viento soplaba fuerte, trayendo consigo una sensación mayor de alfileres que se colaban por entre los tejidos de la playera que llevaba, cerré mis puños y los apreté, el frio no cedía, pensé en regresar a casa y salir a correr temprano al día siguiente pensado en un mejor clima y también por lo tarde que ya era y que me dormiría a media noche, y así varios otros pensamientos que me llegaban invitando a evadir la sesión, pero me decía no, al pan pan y al vino vino, así que a darle que es mole de olla, es la semana pico y aunque eso significa que también es la semana de mayor desgaste y cansancio del cuerpo debo cumplir, me aguanté el frío como los machos, pensé en otras cosas e ignoré al diablillo.

Por fin inicié el trote, tranquilo, relajado, el viento me hacía sentir esas rachas de frío, ponía atención a la música, divagaba en algunos otros pensamientos, me regresaba al tema de la junta que recién había tenido pensando en los planes y acciones que debía hacer, otra vez el aire, algún par de corredores bien abrigados que me saludaban y a la vez me veían como diciendo: ¿no tienes frío? Así pasó el tiempo, así seguía avanzando, cuando comencé a sentir algunas gotas de agua en la manos y piernas, pensé que sería el sudor, pero no, eran gotas de lluvia, apenas llevaba un poco más de la hora desde que había iniciado y dije, chin, espero no llueva con más fuerza, correr con lluvia o con frío es soportable pero correr con lluvia y frío es toda una proeza y reto, ya lo viví en un maratón y acabé casi con hipotermia, pero esta vez no iba preparado para la lluvia, no llevaba rompe vientos, solo pensaba que si aumentaba mucho la lluvia iba a tener que suspender y eso no me agradaba, claro que tenía todo el pretexto para irme a casa pero me dolía más el hecho de abandonar la sesión, no estoy acostumbrado a dejar las cosas a medias, miré al cielo y vi una esperanza al ver que estaba abierto de nubes en alguna parte, dije no hay bronca, ahorita pasa.

La frecuencia de las gotas aumentó, el diámetro de las mismas también, miré el reloj, llevaba apenas 1:20 horas, dije, no la voy a librar, Diosito, espero que solo sea una lluvia de esas de espanta tontos, como quiera seguía corriendo, comenzaron a escurrir gotas de la visera de mi gorra, y no eran de sudor, así continué, pasaron 10 minutos más, la llovizna era ligera pero constante y suficiente para sentir mi ropa mojada y el viento que me enfriaba ahora más, seguía, pensaba, me olvidaba, escuchaba la música, mis piernas comenzaban a reclamar ese dolor de cansancio, de agotamiento, yo les decía, tranquilas, ya mero nos vamos a casa, pero algo me impulsaba a continuar, a no abandonar, tenía todos los pretextos a mi favor, ya eran casi las 11 de la noche, el policía que primero estuvo fuera de su patrulla me miraba pasar a cada vuelta, ya era la 5ª vez que pasaba por ahí, él ya estaba resguardado bajo el techo que soporta su torreta de luces, era el único loco que aún permanecía ahí corriendo, pero me decía, ya cada vez falta menos, y ahora menos que nunca voy a parar, inmediatamente después de ese pensamiento, la llovizna comenzó a ceder, escuché en el radio que estábamos a 8 grados C, me sonreí y me acordé que Vero, la esposa del Negro me dijo que habían celebrado su cumpleaños éste domingo pasado corriendo a -15 grados C, así que pensé, estos 8 grados son juegos de niños, síguele papá.

10 minutos antes de terminar, la llovizna ya se había ido, mis piernas ya estaban más cansadas, pero con solo pensar que estaba por cumplir la sesión, el dolor se me olvidaba, me llegó la satisfacción y todos esos pensamientos chatarra de antes de arrancar no me vencieron, a la vez que me recorría una satisfacción por todo el cuerpo que me hacía relajarme, vi el reloj, eran ya las 2 horas, pero también vi que había recorrido 19.5 km, así que solo opté por terminar los 20, di vuelta y me dirigí aun corriendo a casa, unos cuantos minutos después paré al completar los 20Km.

Llegué a casa, sentía una sensación muy extraña en mí, cené unas galletas de avena que Alicia había horneado, me hidrate, todos ya estaban dormidos en casa, me di un baño con agua caliente y me fui a la cama.


Era casi media noche, me acosté, aun sentía esa extraña sensación, estaba muy relajado aunque tenía las piernas un tanto hinchadas por la misma actividad, no sentía cansancio, por el contrario, tenía una sensación de tranquilidad pero además de satisfacción, pensaba en el antes y en el después de la sesión, contento porque había terminado, recordaba otras sesiones en otros momentos y en otros tiempos de entrenamientos pasados y concluía diciendo, éstas satisfacciones no son todos los días, no hubo meta, no alcé los brazos, pero mi mente está tranquila, mi cuerpo esta relajado, mi alma esta en paz, y fue cuando entendí que esa extraña sensación que tenía, eso que estaba experimentando era la paz, mi paz interior. Fue extraordinario ese momento, pero tuve que pasar por esas situaciones previas difíciles o complicados para poder encontrarme así, feliz, en armonía, en paz conmigo mismo, por fin conocí la paz interior. 


jueves, 6 de febrero de 2014

Cuestión de Actitud

Cuestión de actitud.



Existen dos personas que en los últimos meses  he observado mucho por su comportamiento o mejor dicho, su actitud; son dos personas que aunque trabajan en un mismo lugar, están en diferentes ubicaciones y con diferentes responsabilidades, pero los dos me hacen el día cada vez que los saludo e intercambio palabras con ellos, uno se encarga de mantener limpios los vestidores y regaderas donde voy a nadar, le calculo una edad de apenas por arriba de los 50 años, un jovenázo aún,  ha de medir como 1.5 o 1.6 metros, cabellera abundante y con peinado estilo Beatles de los años 60´s, siempre le digo güero no solo por simple cumplido como en los mercados o tianguis donde todos “somos güeros” sino  porque aunque su tez es morena tiene el cabello como si usara shampoo  de manzanilla por no decir que se pone agua oxigenada; la mayor parte de las veces lo veo con su trapeador secando el piso, siempre sonriente, jamás lo he visto sentado o haciendo cualquier otra cosa que no sea de sus actividades asignadas, lo saludo al llegar y nos despedimos cuando salgo ya listo para irme a la oficina, siempre intercambiamos algunos comentarios, a veces chuscos, otros relativos a otros temas diversos, hoy por ejemplo alguien le preguntó si ya había desayunado, yo me estaba afeitando y él güero respondió, ya desayuné gracias a Dios desde  las 5 AM, voltea a verme y me dice, tempranito para que haga buena digestión, le dije güero, eso no fue desayuno, más bien fue cena! Soltó la carcajada y nos reímos mientras decía, si verdad, es muy temprano.

En fin, su actitud me agrada porque siempre me transmite una sensación de paz pero al mismo tiempo de alegría, siempre sonriente, lo observo pasando su trapeador por el piso con un estilo que el mismo Cantinflas envidiaría, no le he preguntado si le gustan los toros pero veo como sin soltar la sonrisa del rostro haces unos pases de Verónica y otros más con giro de casi 360 grados parado sobre un pie, como si estuviera bailando un vals, lo veo como disfruta moverse con ritmo y gracia, en fin, para mi es una dicha observarlo y platicar con él, en otra ocasión, salí de la regadera y me fui al área de los lavabos para afeitarme, a un lado estaba el güero, hincado en el piso, sacando de abajo de los mismos lavabos algunas cubetas, limpiadores y demás de sus  utensilios de trabajo, lo saludé y le dije que pasó güero, ¿qué haces? (muy obvia mi pregunta desde luego) y me responde con su genial actitud de siempre, nada Jefe, aquí solo acomodando las cosas de mi oficina, es que tengo un regadero en el escritorio…

Con esa sencillez, humildad pero sobre todo actitud positiva el güero me enseña que la felicidad depende de uno mismo, no importa cuál sea la actividad que realicemos, lo importante es cómo la realizamos, el entusiasmo cuenta y mucho, el güero es una gran lección para todos, no sé qué problemas tenga en su casa, si su salario le rinde, alguna enfermedad, si necesita de cosas materiales o no, pero lo que sí sé es que su estado de ánimo contagia, veo que hay quienes le hacen platica, últimamente procuro saludarlo de mano y he notado que ahora al vernos se acerca de inmediato para el buenos días.

Pero aquí no acaba la cosa, a penas salgo de las instalaciones acuáticas para dirigirme al estacionamiento y mi mente ya va pensando en las primeras actividades que debo realizar llegando a la oficina, otras veces voy revisando los primeros correos que se generan muy temprano mientras a la espalda llevo mi mochila, en una mano la bolsa o ropa adicional y en la otra viendo la correspondencia, cuando de repente escucho un Buenos Días acompañado de un pase un excelente día y que Dios lo bendiga!

Me salgo del robot que llevo puesto, reacciono, volteo la mirada y veo un guardia con sonrisa de oreja a oreja que levanta una mano mientras con la otra en ocasiones sostiene una bebida humeante, presumo que toma café.  Le agradezco y le respondo de igual manera deseándole un buen día. Esta escena se ha repetido infinidad de veces, no importando si había calor, si el frío invernal entumía el cuerpo o si el fuerte viento traía consigo polvaredas y demás partículas volátiles, lo que sí es cierto, es que siempre me incomodaba que por venir con el traje de robot rutinario no fuera yo el que le saludara sin estar distraído, de hecho pienso que si el no emitiera su cordialidad, yo podría pasar a dos metros de distancia de él y quizá ni me percataría de su presencia como me ha sucedido cuando dicho personaje es sustituido en su rol de  guardia.

Y eso me incomodaba en términos de pena, y siempre me decía para mis adentros, para la próxima vez, yo lo voy a  saludar primero; así lo he hecho últimamente, ahora voy esperando encontrarlo en el lugar de costumbre y anticipar el saludo o al menos que no me agarre distraído, aunque debo reconocer que aun en ocasiones me llega a suceder que vengo todavía como robot, eso sí, un robot con ánimo y energía que genera la actividad física matutina y el buen ánimo del güero.

Mi reflexión de siempre ante estos sucesos es que no importa lo que pase alrededor, el siempre muestra la misma actitud, sonriente, no se limita al buenos días, siempre desea lo mejor y bendice,  termino subiéndome al carro pensando en que es lo que lo mueve a él a mostrarse siempre con esa disposición porque ya he visto que así lo hace con cualquier persona que pase por ahí, extraños por que no pasan con frecuencia y con no tan extraños que pasamos regularmente en la semana.

¿Contagia su actitud? Claro! Tanto que también me ha hecho reflexionar muchas cosas y buscar cambiar otras, por ejemplo, de las mas simples es que antes llegaba al centro acuático y los guardias de la recepción a veces están tan metidos en sus propios mundos que ni saludan, ahora aunque estén leyendo el periódico o haciendo cualquier otra actividad, yo emito el buenos días y de repente veo como ellos se desconcentran y voltean a responder el saludo, ya no hablemos de la forma, por lo  menos responden, y me divierte ver como se sacan de onda, creo que lo mismo hace el guardia del que les hablo, no se limita a ver lo que sucede por allá afuera, y no creo que lo haga por diversión para ver como reaccionamos los robots, porque el entusiasmo se demuestra no solo de forma verbal, sino también con las posturas y las gesticulaciones.

Así como el güero y el guardia son dos personas que como todos nosotros, deben tener sus propios problemas pero su actitud demuestra que lo que hacen, lo hacen felices y sonrientes, su actividad la desarrollan diferente al común denominador de la gente, y si nos preguntamos si son felices, sin pensarlo respondo que definitivamente sí, porque su felicidad es en parte esa actitud que contagian y que  al final nos llevan a un estado emocional de alegría y/o satisfacción, y ya sé que me dirían, ¿lavar un baño o limpiar un piso genera satisfacción? ¿Estar parado a la intemperie un turno quizá de 12 horas genera satisfacción? No lo sé, no creo, pero ellos dos lo demuestran a su forma y de forma muy especial.


No importa cuál sea tu trabajo o actividad, importa tu actitud con la que la desarrollas. ¿no crees?