Estar en un régimen de entrenamiento enfocado a un objetivo nos hace ver
cosas y darnos cuenta de otras que en situaciones normales del día a día de la
vida cotidiana podría ser difícil o complicado distinguir, estoy en la semana
pico del entrenamiento, mi cuerpo me sigue enseñando que es maravilloso cuando
se le procura y se le trabaja en un sistema planeado de acciones y ejecuciones,
aunque en el pasado he tenido otros procesos de entrenamiento también para eventos
de resistencia, debo admitir que en ésta ocasión las sesiones han sido más
prolongadas en términos de tiempo, desgaste y resistencia física y sobre todo
mental, me considero una persona comprometida para ejecutar mis programas tal
cual se marcan, a veces quizá con cambios de horarios o días para adaptarme a
cuestiones de trabajo o de viaje pero siempre busco cumplir pero también he de
reconocer que en ocasiones si ha pasado por mi mente esos instantes de
pensamientos donde el diablillo te dice ya no, o mejor vete a casa o hace frío,
no salgas o muchos otros que perturban o buscan crear una cortina de humo y
alejarnos del plan.
Ayer me pasó algo así, el plan me marcaba dos horas de carrera en una zona
de 65 a 70% de mi frecuencia cardiaca, eso significa un paso confortable pero también
debía observar si durante la ejecución del mismo se presentaba algún pico o
subida de mi pulso, en fin, mi idea era iniciar cuando muy tarde a las 8 PM
pero a las 7:30 PM aún seguía en una reunión de trabajo de gran importancia
para mis actividades y planes de trabajo del presente año, así que prioridades
son prioridades y debía atender ésto aún y cuando me habían preguntado si tenía
algún compromiso ya que la junta se estaba extendiendo, pensé para mis adentros
y me dije pues si tengo un compromiso pero es conmigo mismo, así que puedo
demorarlo.
Pasadas las 21 horas estaba ya
saliendo a la calle preparado para mi sesión, sentí el frío un poco más fuerte
de lo que había estimado, aun así continué caminando y dije ahorita que inicie
se me quita, el viento soplaba fuerte, trayendo consigo una sensación mayor de
alfileres que se colaban por entre los tejidos de la playera que llevaba, cerré
mis puños y los apreté, el frio no cedía, pensé en regresar a casa y salir a
correr temprano al día siguiente pensado en un mejor clima y también por lo
tarde que ya era y que me dormiría a media noche, y así varios otros pensamientos
que me llegaban invitando a evadir la sesión, pero me decía no, al pan pan y al
vino vino, así que a darle que es mole de olla, es la semana pico y aunque eso
significa que también es la semana de mayor desgaste y cansancio del cuerpo
debo cumplir, me aguanté el frío como los machos, pensé en otras cosas e ignoré
al diablillo.
Por fin inicié el trote, tranquilo, relajado, el viento me hacía sentir esas
rachas de frío, ponía atención a la música, divagaba en algunos otros
pensamientos, me regresaba al tema de la junta que recién había tenido pensando
en los planes y acciones que debía hacer, otra vez el aire, algún par de
corredores bien abrigados que me saludaban y a la vez me veían como diciendo:
¿no tienes frío? Así pasó el tiempo, así seguía avanzando, cuando comencé a
sentir algunas gotas de agua en la manos y piernas, pensé que sería el sudor,
pero no, eran gotas de lluvia, apenas llevaba un poco más de la hora desde que
había iniciado y dije, chin, espero no llueva con más fuerza, correr con lluvia
o con frío es soportable pero correr con lluvia y frío es toda una proeza y
reto, ya lo viví en un maratón y acabé casi con hipotermia, pero esta vez no
iba preparado para la lluvia, no llevaba rompe vientos, solo pensaba que si aumentaba
mucho la lluvia iba a tener que suspender y eso no me agradaba, claro que tenía
todo el pretexto para irme a casa pero me dolía más el hecho de abandonar la
sesión, no estoy acostumbrado a dejar las cosas a medias, miré al cielo y vi
una esperanza al ver que estaba abierto de nubes en alguna parte, dije no hay
bronca, ahorita pasa.
La frecuencia de las gotas aumentó, el diámetro de las mismas también, miré
el reloj, llevaba apenas 1:20 horas, dije, no la voy a librar, Diosito, espero
que solo sea una lluvia de esas de espanta tontos, como quiera seguía
corriendo, comenzaron a escurrir gotas de la visera de mi gorra, y no eran de
sudor, así continué, pasaron 10 minutos más, la llovizna era ligera pero
constante y suficiente para sentir mi ropa mojada y el viento que me enfriaba
ahora más, seguía, pensaba, me olvidaba, escuchaba la música, mis piernas
comenzaban a reclamar ese dolor de cansancio, de agotamiento, yo les decía,
tranquilas, ya mero nos vamos a casa, pero algo me impulsaba a continuar, a no
abandonar, tenía todos los pretextos a mi favor, ya eran casi las 11 de la
noche, el policía que primero estuvo fuera de su patrulla me miraba pasar a
cada vuelta, ya era la 5ª vez que pasaba por ahí, él ya estaba resguardado bajo
el techo que soporta su torreta de luces, era el único loco que aún permanecía
ahí corriendo, pero me decía, ya cada vez falta menos, y ahora menos que nunca
voy a parar, inmediatamente después de ese pensamiento, la llovizna comenzó a
ceder, escuché en el radio que estábamos a 8 grados C, me sonreí y me acordé
que Vero, la esposa del Negro me dijo que habían celebrado su cumpleaños éste
domingo pasado corriendo a -15 grados C, así que pensé, estos 8 grados son
juegos de niños, síguele papá.
10 minutos antes de terminar, la llovizna ya se había ido, mis piernas ya
estaban más cansadas, pero con solo pensar que estaba por cumplir la sesión, el
dolor se me olvidaba, me llegó la satisfacción y todos esos pensamientos
chatarra de antes de arrancar no me vencieron, a la vez que me recorría una
satisfacción por todo el cuerpo que me hacía relajarme, vi el reloj, eran ya
las 2 horas, pero también vi que había recorrido 19.5 km, así que solo opté por
terminar los 20, di vuelta y me dirigí aun corriendo a casa, unos cuantos
minutos después paré al completar los 20Km.
Llegué a casa, sentía una sensación muy extraña en mí, cené unas galletas
de avena que Alicia había horneado, me hidrate, todos ya estaban dormidos en
casa, me di un baño con agua caliente y me fui a la cama.
Era casi media noche, me acosté, aun sentía esa extraña sensación, estaba muy relajado aunque
tenía las piernas un tanto hinchadas por la misma actividad, no sentía cansancio,
por el contrario, tenía una sensación de tranquilidad pero además de
satisfacción, pensaba en el antes y en el después de la sesión, contento porque
había terminado, recordaba otras sesiones en otros momentos y en otros tiempos
de entrenamientos pasados y concluía diciendo, éstas satisfacciones no son
todos los días, no hubo meta, no alcé los brazos, pero mi mente está tranquila,
mi cuerpo esta relajado, mi alma esta en paz, y fue cuando entendí que esa
extraña sensación que tenía, eso que estaba experimentando era la paz, mi paz
interior. Fue extraordinario ese momento, pero tuve que pasar por esas
situaciones previas difíciles o complicados para poder encontrarme así, feliz, en
armonía, en paz conmigo mismo, por fin conocí la paz interior.