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domingo, 19 de abril de 2020

Intuición o tu voz interior?

Esto del encierro por la cuarentena definitivamente ha traído consigo muchas lecciones para todos, algunos más conscientes que otros, pero para todos habrá un motivo de reflexión, ya depende de  uno mismo como lo toma y de que cada quien como saca el mejor provecho, las cosas no suceden por causalidad, suceden por algo.

Especialmente el día de hoy, viernes por la tarde, tras terminar una ardua y estresante semana de trabajo desde casa, además que las semanas anteriores no han sido mejores, todas han sido intensan y extenuantes, las condiciones globales y locales se repiten, incertidumbre, bajo movimiento comercial especialmente en aquellas actividades consideradas “No Esenciales”, súmale el tipo de cambio al alza en detrimento de nuestra moneda, petróleo a la baja en su precio global, restricciones por la pandemia mundial, en fin, todo el entorno apunta a una economía en descenso y con graves repercusiones en el flujo de recursos que sin duda harán mella en las carteras de las empresas y de las personas dando prioridad a gastos esenciales y dejando a un lado a los compromisos con los proveedores,  que de hecho, éstas acciones son las primeras que repercuten en las cadenas productivas… no cobro, no pago… y así se vuelve un círculo vicioso que a nadie conviene y estamos expuestos también como colaboradores a ésta montaña rusa. Súmale, los detalles personales y/o familiares, en lo personal, tenemos en proceso  un procedimiento quirúrgico con mi Benjamín, pero todo saldrá bien gracias a Dios y al Universo.

Dicho lo anterior, con un suspiro y varias respiraciones profundas, y alejado de toda esta polémica, lo mejor que podía hacer era una salida en bici a pesar de las restricciones, era justo y necesario… podía haberme quedado en casa y poner el rodillo y pedalear un rato sin avanzar un metro y entre cuatro muros de un encierro a la vista y a los sentidos.

Sin chistar, saqué mi bicicleta apta para todo terreno y me di a la tarea de ir por aquellos caminos sin gente y alejados de la urbanización que todavía tengo cerca de casa, pero que al final, terminas en los caminos pavimentados y hoy poco concurridos por las restricciones de la propagación de la pandemia pero que aún no se han vuelto para bien o para mal obligatorias.

Después de pedalear unos 9 km aproximadamente con todas las precauciones en los circuitos que son exprofeso a la recreación, paré para definir el rumbo a seguir; tras un par de minutos, retomé el camino, pero en unos cuantos pedaleos me di cuenta de que la llanta trasera estaba ponchada.

Revisé mi pequeña bolsa que llevo bajo el asiento y tras observar a profundidad, me di cuenta de que no contaba con cartuchos de CO2 ni bomba para inflar las llantas.

Analizas las situaciones y revisas las alternativas, la primera es caminar, pero lo zapatos con cleats para los pedales no son la mejor opción, 2. Buscar donde poder cambiar o parchar la cámara, 3. Buscar un taller mecánico de bicicletas pero a la ves complicado dado que no tienes conocimiento de la zona, 4 Pedir un taxi o llamar a alguien que te rescate…

Pregunté en un pequeño local de venta de refacciones automotrices, y aunque el propietario parecía oriundo de la zona, no supo darme razón de algún lugar dedicado a las bicicletas.

Decidí entonces enviar un mensaje de rescate al ser querido, aunque sabía que en ese momento estaba ocupada pero tampoco soy del tipo de decir bueno, aquí la espero hasta que llegue. No puedo estar así sin hacer nada.

Comencé la caminata de aproximación, dije, mejor avanzo a estar esperando, quizá y en el camino encuentro la solución.

Creo que no llevaba ni 100 metros caminando y bajo la sombra de un árbol y una tarde de poco sol y buen clima, observé a un señor sentado en una banca, de esos que ven la vida pasar, y que mientras pasa, ellos pasan con ella.

Nos sostuvimos la mirada por un breve momento, él con su tapabocas y gafas, yo también con mi outfit de protección: casco y guantes…

Entonces, sucedió ese momento divino, no de un milagro, si no de esos que tu voz interior sin prejuicios te dice: pregúntale, él sabe dónde…

Cuando te pones a cuestionar esa voz interior, pierdes, dejas de lado a un aliado, callas a tu intuición.

-          Buenas tardes Sr. ¿sabe si hay algún lugar donde reparen bicicletas por aquí?

-          Si claro, aquí a cuatro cuadras hacia adentro de la colonia hay un pequeño taller de bicicletas.

-          ¿Y cree que a esta hora esté abierto?

-          Si, cierra tarde.

-          ¿me podría decir por favor dónde está?

-          ¡Por allá por la iglesia, pero está un poco enredado, son como 4 calles, me vuelve a repetir, son un poco largas, pero no es muy lejos, es más, yo voy para allá, lo llevo!

El señor que según yo rondaba los 70 a 80 años, se levanta de la banca y comienza a caminar junto a mí y me dice, si, lo vi batallando con su bici, pero no se preocupe, ahí se la arreglan para que siga su camino.

- A mí también me gusta la bicicleta, de hecho, tengo una, pero hace poco me hicieron una cirugía, y ahorita no puedo usarla, solo camino un poco pero ya pronto podré salir nuevamente.

- Me gusta mucho caminar en las arboledas, así que me voy en la bici, y allá la encadeno y luego camino, y ya que termino pues me regreso en ella. Es muy buen ejercicio….

Y así nos fuimos caminando varios minutos mientras nos adentrábamos a una colonia popular y en medio de una conversacion de interes mutuo.

- Me dice, ahí donde está la camioneta blanca está el taller…metros adelante vi algunas bicicletas en el exterior y le dije, ah sí, ya vi donde es, pero creo que está cerrado.

- No creo me responde, seguro ahí está tomándose una cervecita… eran poco más de las 7 PM.


Llegamos frente a la puerta del pequeño local y mi guía le grita: ¡Tito!!! ¡Te traje un cliente!!!



Tito estaba sentado en un sillón tipo reposét, vi junto a él un envase de Carta Blanca, de esos tipo caguamón, y junto a él, otra persona con la que platicaba.

Desde el sillón me pregunta, ¿Qué le pasó? Le respondí de inmediato, se me ponchó la llanta trasera, ¿tiene parches? El local no pintaba para tener cámaras de refacción.

Sin moverse del sillón, comienza a buscar a su derecha en un bote y me dice, ¿tiene en el adaptador para la válvula? Le respondí que no… mm… creo que no tengo…siguió buscando.

Sin decirme nada, veo que en su mano ya tenía el adaptador, se levanta del sillón, (también noté que era ya de edad avanzada, +70.) y solo por corresponder le dije, ¿ya lo encontró verdad? Hubo un silencio de esos que no pasa nada.

En un gesto de cordialidad y empatía le dije, ¿quiere que le quite la llanta o así saca la cámara?

En respuesta muy COOL me dice, no, así déjela.

Con la movilidad de sus años y una caguama encima se acerca, toma la bici y la lleva al interior, justo a medio metro de su sillón favorito.

En un acto audaz la voltea y la coloca llantas arriba, eso sí, puso un periódico en el piso donde iba a apoyar el asiento, se preocupó para que no se ensuciara y no se raspara.

Yo aun guardando la sana distancia, observo la maniobra desde afuera del local para sacar la cámara, utiliza unas pinzas y un desarmador…

Le puso el adaptador a la válvula presta y luego un pedazo de trapo y en seguida la boquilla de la bomba de aire para que hiciera presión y no hubiera escape de aire.

Acercó una cubeta con agua de la cual no puede ni quise observar la calidad de la misma y pasó casi toda la cámara hasta que detectó las burbujas. Acto seguido, y para confirmar le pone saliva para notar el burbujeo… pensé yo, ¿cuál contingencia? ¿Cuál coronavirus?

Colocó el parche y una vez más para certificar la calidad de su ejecución volvió a echar saliva al parche, el proceso de confirmación de fuga de aire tenía que ser apegado a la norma ISO 14000 en su versión ambiental.

Una vez certificado que no había fuga, procedió a la inserción de la cámara e inflado de la llanta.

Pensé en decirle que le pusiera 35 libras de presión ( KPI´s), pero previo a que usara su bomba me percaté que no tenía manómetro, así que opté por guardar silencio. Este acto, en muchas ocasiones, más que una denotación de inteligencia es un acto de supervivencia.

Le daba tres infladas o bombeadas y con su mano iba checando la presión de la llanta…tras cinco repeticiones del mismo y viendo que ya estaba cercano a la presión deseada opté por hacer el doble check y tras percibir la presión de propia mano le dije que le faltaba un poco más. No chistó y le aventó tres o cuatro más repeticiones de inflado y sin preguntar, quitó la bomba y el trapo de ajuste de la válvula y se retiró.

 Le pagué sus honorarios, le agradecí su trabajo y me retiré lentamente….

Rodé una hora más, llegué a casa sin problema alguno y con presión suficiente en la llanta.

Moraleja. Escucha tu voz interior, no se equivoca, no seas cabeza hueca, no la cuestiones, aunque no lo creas, te dará la respuesta y acción correcta.

Los ángeles están donde menos lo imaginas, y están ahí para ayudarte.