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jueves, 5 de abril de 2012

La Bici (Parte I)


5 de Abril del 2012.
La Bici (Parte I)

¿Medio transporte?
¿recreación?
¿deporte?
¿aventura?
¿lujo?
¿necesidad?

La lista puede continuar, hay quien asevera y afirma ser su novia, su amante, su confidente, su compañera, o simplemente su aventura, cualquiera que ésta sea la utilidad o relación, la Bicicleta sigue siendo un medio para movilizarnos, para activarnos, para ejercitarnos o simplemente para trasladarnos, de eso, no hay duda.
Mi  relación con ella es de muchos años, aprendí solo, sin llantas auxiliares, sin alguien que me siguiera detrás para cuidar mi balance, solo recuerdo la osadía de tomar la única bicicleta que en ese entonces era compartida por 4 hermanos, una vagabundo, no recuerdo mi edad, ni mi altura, era el año 72 o 73, pero ya lograba sentarme sobre los dos tubos superiores del cuadro, usar el asiento simplemente estaba fuera de mis posibilidades, la pericia la adquirí por las ganas de rodar, de salir a explorar las calles, de conocer, de aventurarme, no había casco, no tenía guantes, ni nadie que me guiara o que me advirtiera de los riesgos, simplemente la tomaba, me salía y no daba aviso para evitar la posibilidad de negarme el permiso, así comencé a rodar, así comenzó mi afición por los pedales y la aventura.
Eran otros tiempos, sin riesgos más que los de ganarse un regaño y un castigo por salirse sin avisar, así fue mi niñez, sin complicaciones, sin miedos, sin advertencias, solo me salía a explorar las calles de los alrededores, los callejones, los parques, los andadores, los espacios inexplorados de la zona.
La vagabundo fue una bici que use ya cansada, al formar parte de la tercera generación, recuerdo que en ocasiones mis hermanos, especialmente Jorge, 7 años mayor que yo, me llevaba sentado en el cuadro, me metía al monte de los entonces terrenos baldíos de la colonia Fuentes del Valle, recorríamos la loma, de los doloroso recuerdos que tengo  le decía: ya me duelen las nachas!! Solo se reía, pero yo seguía feliz de la aventura de recorrer tomado del maniubro en forma de cuerno, con los pies en la salpicadera delantera, cada bache, cada borde era un sufrimiento pero aún así Jorge me llevaba a la aventura, lo disfrutaba, me dolía pero era feliz.


Así era la Vagabundo.

El tiempo siguió su marcha, crecí, la bici se oxido y ya viviendo de regreso en la ciudad de Mexico, la vagabundo oriunda de Julio Cepeda requería cariño, una manita de gato, asiento nuevo, las varillas traseras estaban rotas, las llantas requerían cambio, las masas del freno trasero les urgían baleros nuevos, así, la Vagabundo fue internada en un taller de bicicletas, se me hacía eterno cuando el “maestro de las bicis” decía, para el próximo sábado estará lista, ni hablar, al tiempo tiempo.
Ya una vez renovada, mi papá me dijo que necesitaba pintura, yo solo pensé en otra semana sin pedalear por las calles, sin salpicarme de lodo por los charcos, pero para mi sorpresa, la pintura se efectuó en casa, con pintura en aerosol, era un azul desabrido, no me gustaba el color, se lo dije a mi padre, pero eran otros tiempos, había respeto  y las ordenes se acataban, no se discutían, en fin, el color azul semi feo claro no impidió que yo dejara de subirme a la bici.
Por esas fechas, finales de los setentas o principios de los ochentas, mi papá compró una Bici de “carreras”, recuerdo que era una Magistroni Verde de 5 velocidades, tengo vagos recuerdos del rack en la que subíamos las bicis, pero lo que si tengo bien presente es que regularmente los fines de semana íbamos al autódromo Hermanos Rodriguez o bien al circuito del Bosque de Chapultepec, donde dábamos algunas vueltas, recuerdo bien que las últimas ocasiones, ya solo llevábamos la Magistroni, y la compartíamos, el daba una vuelta, luego era mi turno, así fueron las últimas ocasiones que salíamos a andar en bici Padre e hijo.
Mis hermanos los “mayorcitos” recuerdo que también tuvieron un especial gusto por las bicis, ellos tenían cada quien la suya, ya eran profesionistas pero los fines de semana rodaban en grupo con los vecinos, la de Fausto era amarilla con Negro, la nombró la “Yellow Pingo”, la de Willy era azul, creo que también era Magistroni, ellos se aventuraban mas y llegaron a hacer recorridos vía la carretera a Cuernavaca hasta Tres Marías, donde después de recargar energía con algunas quesadillas regresaban a casa.
Así continuó el tiempo, mi papá reguardaba su bici con candado, pero en alguna ocasión di con el escondite de las llaves y desde luego que me salía a escondidas, para ese entonces, mis excursiones ya eran más extremas, llegué a ir hasta el Bosque de Chapultepec, aún no cumplía ni los 15 años, creo andaba entre 13 y 14 años, pero ya podía montar la bici de “carreras” de mi padre.
En una ocasión, veníamos de regreso de Chapultepec, David venía delante de mi, recuerdo que pasamos por una zona de Av. Chapultepec ya para llegar a Fray Servando y había algunos trabajos no sé si de alcantarillado, de teléfonos, o que se yo, el hecho es que habían excavaciones y las tapaban con placas de acero, el detalle fue que con la llanta delantera no pude subir de manera paralela la plancha, por lo que llanta continuó deslizándose sobre la orilla hasta que finalmente había una parte del pozo descubierta y me fui para adentro, es decir, me clavé de la llanta delantera, me incorporé aún agarrado del maniubro, pero este estaba solo, se había roto del poste-potencia….le grite a David que en ese entonces era adolescente, osea, unos 4 o 5 años mayor que yo, se regresó y sacamos la bici, vimos que no había forma de repararla momentáneamente para continuar, me dijo, llévate la mía, así que con una mano en el poste y la otra en el maniubro, se fue rodando cual acto circense de gran calidad, nadie del medio lo vio hacer los malabares, porque estoy seguro que de así haber sido, se lo hubieran llevado a las Vegas o al Cirque Du Solei o mínimo con los Hermanos Vazquez o los Fuentes Gasca.
Desde luego que yo iba preocupadísimo, pensando en la friega, regaño y castigo al que me haría acreedor, en primer instancia, por sacar la bici resguardada con candado, lo cual, ya era una gran osadía de mi parte, segundo, salirme sin permiso, tercero era un mocoso rodando por las avenidas del centro de la ciudad hasta el lago de Chapultepec, y por último, haber dañado un bien ajeno…..simplemente no me calentaba ni el sol.
Una vez que llegamos a casa de David, se apareció su hermano Carlos, unos años mayor, le comentamos de la situación y ellos simplemente buscaban como resolver el problema, subimos la bici a la combi de su mamá y nos dispusimos a buscar un taller donde soldaran la pieza, desde luego que no contaba con dinero, pero ellos hicieron frente, de lo cual, les sigo estando muy agradecido.
Unos cuantos puntos de soldadura resolvieron temporalmente la situación, y una vez de regreso, procedimos a encintar el manillar y desde luego para ocultar la reparación, en eso estábamos en su casa cuando escuchamos que mi hermano Jorge llegó a buscar a Carlos, como pudimos corrimos, subimos la bici por las escaleras y nos resguardamos en una recamara para terminar de “ocultar” el daño y la bici… jajaja, ahora recuerdo y me río pero en esos momentos creo que un pañal hubiera sido insuficiente para tremendo susto.
Meses después, a mi papá se le ocurrió cambiar el maniubro por uno mas cómodo para él pues el original era el de cuernos y el nuevo era tipo bici de cartero, y en efecto, ahí estaba yo ayudándole, mientras el quitaba la cinta, yo solo sufría, no sabía lo que iba a pasar, hasta que salió a relucir la soldadura….
Mira nada mas lo que hicieron tus hermanos!!! fue su primer y única exclamación, yo quería que me tragara la tierra, mientras él trataba de inquirir cual de los tres había sido, yo simplemente tragaba saliva, mientras comenzaba a llamarlos para el interrogatorio obligado, me armé de valor y le dije: sabes papá? Mande!! Con voz molesta y casi gritando, le dije, yo fui!! Queeee???? Si papá, yo lo rompí!! se quedó callado, pasaron unos segundos y yo creo que al ver mi cara de sufrimiento ante lo que vendría, me dijo, y porque no me dijiste?? Esto no se debe soldar, la pieza se debe cambiar, es muy peligroso andar así!!! Yo no podía creer lo que escuchaba.
Cuando dijo eso, yo solo pensaba que faltaba el cómo fue, el donde, el porqué la usaste sin permiso, etc., pero gracias a Dios, eso nunca llegó. Ahí quedó el asunto, no hubo regaño, solo una gran lección para mi.
Pero la lección no estaba completa, faltó la lección de no usar las cosas sin permiso, así, el tiempo pasó, después tocó el uso discreto de la bici de mi hermano Willy, de carreras, de 10 velocidades, le bajaba el asiento para alcanzar lo pedales, ya era más diestro para pedalear, tanto así que recuerdo que hacía caballitos con esa bici, si, la levantaba de la llanta delantera y así recorría varios metros, hasta que un día sucedió lo que tenía que suceder, estaba dentro de una cancha de basquetbol, la cual tenía cerca de malla ciclónica, yo seguía haciendo los caballitos, recorría toda la cancha, en una de esas, la cancha se me acabo, bajé la llanta delantera pero ya era muy tarde para frenar, choqué de frente con la malla y yo casi salía del otro lado como corte de papa frita extruida en la triste malla, el resultado, la tijera se dobló hacia adentro….rozaba al pedalear.
En esa ocasión sí que no me salvé de una santa regañada de Willy, en esos años mi papá ya nos veía desde el cielo, quizá pensó desde las alturas que debió haberme llamado la atención por tomar las cosas sin permiso desde el asunto de maniubro.

2 comentarios:

  1. Qué bárbaro, que excelente historia y mejores recuerdos, imagino ! ! ! Y luego qué pasó ? No me gustan las telenovelas porque no terminan en el primer capítulo.

    Saludos ! Patty Zarco

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  2. Muchas gracias, procuraré que el siguiente capítulo sea en breve!

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